
Aunque ahora son grandes camaradas, el inicio de su amistad fue un tanto…compleja…(Aviso al lector, se me ha perdido el cerebro, siga avanzando por este camino de letras tan solo si está muy, muy pero que muyyy aburrido o está dispuesto a soportar asociaciones tales como: memoria-elefante, ratón-queso, de lo contrario limítese a mirar las fotos de los nuevos muñecos ya que el texto que sigue es completamente prescindible en todos los aspectos, gracias y perdón)

Debido al gran espacio entre sus ojos, casi situados lateralmente, la destreza visual del elefante Salomón quedo mermada desde su niñez. Esa falta de visión le hacia perder los nervios ante movimientos rápidos o bruscos, y si encima eran provocados por cosas diminutas, a Salomón le entraba tanto miedo que en varias ocasiones intentó esconderse dentro de su trompa....claro, eso tenía consecuencias…
Muchas de las operaciones e ingresos en el manicomio que sufrió Salomón se debieron a los encuentros fortuitos con el pequeño Josefo, por aquel entonces mucho mas pequeño si cabe.

Josefo, el ratón albino nació el mismo día que Salomón, y en la misma casa que Salomón. Su madre dio a luz a él y a sus diez hermanos en la ratonera que habían construido en una de la paredes de la casa, pared que justamente era una de las cuatro destinadas a formar la habitación del recién llegado a la familia, el pequeño gran Salomón.

Al principio el transitar de Josefo por la casa era invisible y sigiloso, como su madre le había enseñado a él y sus hermanos sobre los peligros de vivir en tierra de colosos. Pero a medida que Josefo iba creciendo y con el la curiosidad y el apetito, las incursiones en la casa eran mas frecuentes y descuidadas, hasta que un día sucedió lo inevitable…Salomón estaba despierto, sentado en su cama, jugando con un trozo de barro que había conseguido esconder de su baño diario. Al regresar de la cocina, arrastrando su feliz barriga Josefo se quedó paralizado, que hacía Salomón despierto a esas horas? El monstruo roncador se había transformado en el aún mas temible monstruo de barro con ojos…Ojos que en ese instante parecían dirigirse al punto exacto donde se encontraba…Josefo intentó no moverse, intentó no gritar…pero no pudo soportar la mirada de las dos canicas clavadas en el enorme pastel de chocolate, así que se puso a correr despavorido, rebotando de un lado a otro de la habitación, que hacer? Donde se había metido la entrada de la ratonera? Era imposible dar con el agujero, aquella estancia se había transformado en un terremoto danzante al son de una trompeta infernal. Asombrosamente, tras ese fatídico día y otros como aquel… hasta la casa consiguió sobrevivir…Pero era una situación insostenible, así que Josefo ideó un plan, no estaba dispuesto a perder su casa, lo intentaría esa misma noche…A las 12:35 exactas, hora en la que Salomón emitía su primer ronquido, Josefo tomó su bien mas preciado y con el bajo la pata se dirigió hacia el agujero. Se colocó bajo la cama y abrió el libro sagrado: Historia universal del queso por San Roquefort.

Noche tras noche el valiente Josefo leyó incansablemente hasta el amanecer. Transcurridos unos meses acabó llegando la diferencia, aquella noche no fue su voz la primera en mover ficha. Justo cuándo se disponía a continuar con el capítulo 3456789 , llovió la voz de Salomón, que con entonación de tormenta tronó: -Sin duda, nunca has probado el queso del que tanto hablas, porque no has detectado su aroma, anda, ven a probarlo…pero eso sí, sube por mi trompa y colócate lentamente sobre mi cabeza, tengo que acostumbrarme…
